lunes, 13 de septiembre de 2010

LA ESCUELA COMO SOCIEDAD DE LECTURA©


LA GRAN OCASIÓN. PLAN NACIONAL DE LECTURA©
LA ESCUELA COMO SOCIEDAD DE LECTURA.
Ministerio de Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación.

Esta propuesta del MECT de la Nación pretende hacer reflexionar a los docentes  sobre: a) qué puede hacer la escuela con la lectura, b) qué papel puede desempeñar la lectura en los lectores, c)cómo puede contribuir con ellos, a ser personas, a ensanchar sus experiencias, a desempeñarse como estudiantes y como habitantes del mundo, d)qué posibilidades didácticas se pueden extraer de ella, e) qué función cumplen los maestros, bibliotecarios, etc.
1.                  BUSCADORES DE SENTIDO: ¿Qué es leer? No es solamente descifrar signos gráficos, sino que es la construcción de sentidos ya que no sólo se lee lo que está impreso, sino que se leen imágenes, el lugar que se habita, etc. De esta manera se arman pequeños mundos con significación para cada uno de los que los ha construido. Un bebé puede leer  el mundo que lo rodea (el olor de su mamá, su cuna, los sonidos de su entorno) que no serán los mismos que para otro bb. Todos estos significados no le son impuestos al nacer, no están allí porque sí, sino que él los construye. Esas lecturas son íntimas, sin llegar a registrarse en ninguna parte; éstas pueden llegar a ser invisibles y privadas toda la vida. Lo mismo ocurre cuando armamos, leemos, es decir construimos los significados de un paisaje, un cuadro, todo queda en la conciencia y se vuelve intrínseco en nosotros. Pero, cuando contamos una película, o relatamos un hecho, le ponemos voz a ese mundo, entonces se hace visible. Es decir que al contar la película, por ejemplo, volvemos a crear otro mundo, distinto del que está implícito en ella, porque los constructores de ese universo de significados somos nosotros. De hecho, no contamos todo lo que hemos visto u oído al pie de la letra, sino aquello que nos tocó, nos impresionó, nos dejó expectantes, aquello que se va creando con nuestras percepciones, porque sin darnos cuenta, elegimos, seleccionamos y varían según cada constructor. Todos somos constructores de sentido, incluso los analfabetos, quienes crean sus significados según su posición en el mundo (por ejemplo: un niño q no sabe leer, de 4 años, sabe leer un cartel de coca cola; o un campesino analfabeto sabe que en ese cartel de la ruta dice “a 100 Km., Corrientes)
2.                  TOMAR LA PALABRA: Tanto la lectura como la escritura comienzan con ese “hacerse visible”, es decir “darle voz” a la construcción de significados. La lectura comienza siendo oral, sale de una boca. Por medio del lenguaje, creamos nuestros textos, construimos nuestros universos de significados. El lenguaje es una suma de lecturas y escrituras. Cada lenguaje encierra una lectura del mundo. Cada lenguaje tiene sus vueltas, sus giros, sus precisiones y sus variables. Pueden haber decenas y decenas de nombres para designar una misma cosa, tantas como constructores hayan. El lenguaje llega sin previo aviso, en paquete, con todas sus formas, su sintaxis, su gramática y su semántica, sus giros, dichos, muletillas, metáforas. Algunos autores opinan que desde antes de nacer el hombre lo captará, lo explorará y se adueñará de él para darle la palabra sonora a la lectura de su mundo. Digamos, entonces, que antes de llegar a la escuela, el individuo ha leído miles de mundos y universos y creado sus propios significados.
3.                  LEER LO QUE FUE ESCRITO: De aquí en más el papel de la escuela será ponerle al niño un desafío: el de enfrentarlo con la palabra escrita, con las letras, con lo que encierran los signos gráficos, el de desentrañar marcas, cifras y le exigirá nuevos esfuerzos frente a trabajos más complejos y sutiles. Por un lado, el desciframiento de esos signos, las letras y aquí no sólo media el lenguaje que es un texto vivo en permanente estimulación a la creación de sentidos, sino que ese lenguaje que antes estaba hecho de sonidos y entraba por el oído, ahora se corporiza y aparece transformado en un libro, un afiche, una pantalla, etc., es decir otro lenguaje, uno que está, que persiste. Leer lo escrito supone tener un registro de la sociedad, es decir, de aquello que perdura, que queda plasmado. La suma de todos los textos es lo que las sociedades han dejado registrado de sus construcciones de significados, a través del tiempo y las circunstancias. La lectura (cualquiera sea) hace perdurable esas significaciones, construye la memoria social y a la vez hace que dialoguen entre sí, se mezclen y se transformen. De ningún modo es lo mismo leer que no leer. Tanto los niños como sus padres saben cuán esencial es pertenecer al grupo de los lectores y ser creadores de sus propios universos de significados. Ahora, el niño deberá ser un explorador de la letra, pero seguirá siendo un explorador del mundo.
4.                  ACTITUD DEL LECTOR: La postura del lector es la de ponerse al margen, en actitud de observador, de toma de conciencia, de crítico y de pensador. Esta actitud es totalmente opuesta a la del autómata, quien sólo se limita a reproducir modelos. El lector para, hace un alto y se toma su tiempo para pensar y observar. Frente a un texto (cualquiera sea) su posición es la de extranjero, todo es un gran mundo enigmático y misterioso por conocer. Para él es un reto: explora, hurga, busca indicios, trabaja construyendo sentidos. Hay curiosidad, tenacidad, inconformismo, acertijos, encrucijadas. Desde luego, se puede funcionar en ambas formas; como lector o como autómata, pero basta que adopte posición de lector para que se produzca el gran cambio, deja de ser una pieza más del mundo para convertirse en protagonista. Sin embargo, no basta con estar frente a un libro y decodificarlo, porque esto no supone ninguna construcción de sentidos. Pero, asimismo, no podemos dudar de que un observador del lenguaje pueda darle a una palabra un universo de significados. No obstante, no hay que negar que hay situaciones más propicias que otras para la lectura: ocasión, disponibilidad, destrezas, prácticas; la actitud del lector de ponerse al margen no es un don mágico. Esta es un conjunto de registros, historias cuyo final se desconoce. La gran ocasión es la escuela que debe tomarse el tiempo para observar el mundo, aceptando lo que no se entiende. Si la escuela aceptara esto, las consecuencias sociales serían extraordinarias.
5.                  DAR DE LEER: La escuela no debe tomar esto como el relleno de un hueco, que de por sí existe. No se trata de la imposición, ni de qué dé a leer como si fuera el suministro obligado de una medicamento, como si fuera el bien de unos (los sabios, lectores) como limosna a los otros (ignorantes, los niños). La escuela debe tratar de  colaborar a construir sujetos curiosos, activos, expectantes,  capaces de ponerse al margen. Es decir que se trata entonces, de un acompañamiento, de un permiso para adquirir experiencia de ponerse al margen y convertirse en observador y explorador del texto.
6.                  LEER POR PLACER: Esta consigna apareció hace unos quince o veinte años y procedió a darle al lector cierto protagonismo. Dio en uno de los puntos importantes de la cuestión, la lectura es un espacio habitable, como una c                      asa vacía a la que uno va rellenando según sus gustos, costumbres, rituales, etc., la idea de placer proponía otra visión de las cosas, evocaba la idea de los sujetos abstraídos por gusto, metidos, inmersos en el libro. En la escuela, esta consigna dio paso a que se evaporara la idea de la lectura obligatoria y rigurosa. Sin embargo, el concepto fue perdiendo claridad y se entendió de maneras muy diferentes: lectura recreativa, pasatiempo, leer por leer, leer y dibujar después, leer lo que se quiere, etc., se confundió el placer como facilidad y comodidad con el placer que nace del esfuerzo, de la sorpresa, de la aventura. No obstante ello, hay que reconocer que la consigna dio un giro a la actitud de la escuela: se le daba ahora un tiempo, se tomaba en cuenta la decisión personal y se reconocía al lector como un sujeto capaz de elegir, de disfrutar. Sin embargo, todo esto no fue suficiente para formar lectores ni fomentar su crecimiento.
7.                  LA LECTURA COMO EXPERIENCIA. EL LECTOR ACTIVO: Hablar de lectura es hablar de lectores. El lector se hace cargo de su lectura y esto es intransferible. Cada uno construye, en su contexto personal y único, su propia lectura. No hay dos lecturas iguales de un mismo texto. Michel de Certeau habla de la lectio esto es la experiencia única de cada lector con el texto. La lectura no forma al lector a su imagen, sino que el lector se resiste, entra en juego con él y produce su lectura. Todo lo que lee el lector modifica su espacio personal, su universo de significados, su cultura y cada nueva lectura supone una reacomodación, una relectura de lo ya leído. Cada lector es un lector niño, quizás no esté hecho de páginas de libros y provengan sus significados  de otros medios (tv, canciones, radio, etc.), todo esto equivale a su equipaje que construirá con su ayuda (LEER EJEMPLO DE ESTANISLAO DEL CAMPO).
EXPERIENCIA ÁULICA: Si cada uno de nosotros preguntáramos a nuestros alumnos en una clase de lengua sobre un cuento que se haya leído antes, seguramente ellos lo contarán de diferente y a su propia manera. Por otro lado, es posible que algún maestro piense que el texto tiene un sentido independiente del lector, el que él mismo construyó o que otros construyeron, como si fuera una interpretación oficial o permitida a la que toda lectura correcta debe aproximarse, por lo tanto los que se acerquen a ésta aprobarán y los que no, reprobarán. Incluso así, estas otras interpretaciones no van a desaparecer, aunque intenten imponerles la versión oficial por la regla y el canon. Esta forma de ver diferentes las lecturas de la oficial, es posible detectar y valorar con un cambio de actitud del maestro, escuchando, prestando atención para que afloren y verá cómo ese texto tan trabajado y que él conocía como la palma de su mano, se abre, se extiende, se amplifica y remultiplica en otras significaciones tan válidas como la supuestamente correcta. El lector nunca deja de estar presente en su lectura, esto se observa cuando se lee en voz alta (práctica que la escuela ha abandonado en los últimos tiempos), el maestro notará la presencia del lector en la entonación, pausas, titubeos, preguntas, comentarios, críticas, referencias a otros textos. Muchos opinarán que esta clase de lectura colectiva es casi imposible de realizar, pero sí es posible acompañar a cada uno de los jóvenes en una experiencia personal dentro del aula, dar lugar a la lectio. Esto produce que la interpretación oficial por la fuerza, sea relevada permitiendo la participación del lector. Tampoco es necesaria la supervisión de la experiencia, ya que este proceso es siempre privado e intransferible como ya explicamos. Lo que el maestro puede hacer es promover a práctica personal, favorecer la lectura, en lugar de poner al niño como un simple receptáculo. Si queda claro lo que significa lector y todo lo que ello implica: independencia, decisión, capacidad in crecendo de armar significados, de pensar con la cabeza y si para ello se permite de la mejor manera posible la práctica de la lectura, las transformaciones de las que el maestro será testigo serán trascendentales y los adultos podrán volverse más lectores aún de lo que ya son e incorporarán el hecho de no dar por sentado el mundo y podrán sorprenderse y ser exploradores en cada nueva lectura.
8.                  LEER Y ESCRIBIR: La posición del lector como sujeto activo facilita la comprensión de la escritura y la lectura como dos caras de una misma moneda. El hecho de escribir, de dejar huellas, vestigios por medio de ellas significa alcanzar una lectura del mundo. Escribir es una forma de leer así como contar. El niño pequeño va pos su mundo nombrando cosas, leyendo y escribiendo; con el hecho de nombrar verbalmente su lectura: esto significa la puesta en marcha de su lectio, su construcción. Leer y escribir van de la mano, por eso resulta más sencillo ponerse a escribir cuando uno tiene algo que decir y al revés, es más fácil ponerse a leer cuando lo que leemos nos dice algo. Por lo tanto, es tanto más aventurero, inquietante escribir sin saber antes de lo que se va a escribir, leyendo y escribiendo al mismo tiempo, es decir algo que será reescrito mientras lee.
9.                  ENSEÑAR A LEER: Aquí nos preguntamos: ¿qué se puede hacer en la escuela con la lectura?, es decir, las cuestiones que nos hicimos al comienzo de estas reflexiones. Básicamente, si hay algo enseñable en la lectura, el papel del maestro, del profesor, del bibliotecario, ¿cuáles son sus intenciones?, ¿qué son: guías, socios, entrenadores? A veces, fuera del ámbito escolar, en la vida cotidiana se establecen vínculos entre lectores experimentados y novatos y entre lectores de igual nivel y esto significa un papel muy importante en la historia de un lector. Estos vínculos son en general, espontáneos y muy variados: un abuelo contándole un cuento a su nieto, un grupo de señoras leyendo historias en un servicio comunitario, una abuela que recuerda su vida, alguien que recomienda un título, alguien que subraya una palabra, que cuenta una película, recita un poema, canta una canción, etc., la escuela es una institución que posee tradiciones fuertes y tiene destrezas y habilidades que debe enseñar, porque para eso está, ésa es su función: la de entregar a las generaciones que pasan por ella y sobre todo hacerle saber que no deben proporcionarse de manera impuesta, en forma de paquete. El maestro debe estar conciente que tiene algo que transmitir pero al mismo tiempo, debe estar conciente de que nunca ocupará el lugar del lector ni será el constructor de sentidos del otro. Por ello es tan importante saber intervenir para favorecer, ensanchar y enriquecer la lectura.
10.               UN TIEMPO Y UN LUGAR: LA OCASIÓN: El primer paso para que un maestro que quiere  enseñar a leer  es crear la ocasión, el tiempo y el lugar propicios, estados de ánimo, una comunión con cada lectura. Los lectores se encuentran con la lectura en situaciones históricas concretas, en un espacio, en una hora del día. El texto no es una entelequia (ficción): está cifrado en un cuerpo y los mediadores quedan ligados a esa experiencia. ¿Y qué es lo que circunscribe esa experiencia?: la voz de la lectura en voz alta, la presencia, las manos que sostienen el libro, las ilustraciones, los olores, la posición al leer. Si la ocasión no está, habrá que crearla, aunque la escuela tenga sus tradiciones firmes, hará que hacerles frente. Pero si hay intención de crearla, deberá reservarle un lugar, tiempo, cómodos, específicos, un ánimo deliberado, para que quede claro que lo que se va a hacer es leer. Esto se puede lograr, por ejemplo, cerrando las puertas del aula, haciendo un círculo, así se entenderá que no es una experiencia impuesta, si no un espacio especial para leer, y que pretende ponerse al margen para darle protagonismo al lector, todo esto será más natural y formará parte de la actitud diaria del aula. De esta manera, el deseo y la actitud del lector serán espontáneos. Crear la ocasión es lo esencial para crear lectores y la escuela debe asumirse a sí misma como tal y realmente proponerse enseñar a leer. Luego esto se irá ampliando a la sociedad pero se debe comenzar por el aula, la comunidad cotidiana en la que se respetará ese espacio a rajatabla: estamos leyendo.
11.               ENTRE EL ENIGMA Y LA CONFIANZA: ¿Y qué se lee en la escuela? Seguramente algo propuesto por el maestro que conoce muchos textos y que ya ha hecho su lectio muchas veces y puede proponer lecturas, por lo tanto elegir es un privilegio único y a la vez, una oportunidad excelente para la lectio. Es el maestro, indiscutiblemente, el que está preparado y reúne todas las condiciones por ser un lector avezado y un vasto constructor de sentidos y el que puede establecer la conexión. Sabe que la imposición no sirve y que su función más acabada es abrir puertas para que el lector salga a jugar, que pueda hacer su lectio, estar confiado, creyendo en sí mismo como lector. Esta posición del maestro es una de las más importantes.
12.               EL LECTOR FRENTE AL TEXTO: Cuando el lector se pone frente al texto, lo hace desprevenido y curioso, se produce un pequeño vacío en el que como un jugador frente a un tablero, se desconcierta. Este vacío no debe ser rellenado por el maestro, ni anticipando lo que se leerá, ni adelantando el tema para aquietar las curiosidades de los chicos, si no que se debe dejar fluir ese susto, ese enigma del que el lector es el dueño. Esto se da en un momento justo en que se inicia la lectura. Este momento es esencial para lo cual el maestro no debe interponerse, no debe aparecer. El maestro debe permitir que el niño perciba ese enigma en su interior, que se asuste, que se sorprenda frente al texto, ya tendrá oportunidad de intervenir como se explicó anteriormente; ahora, en este instante hay que dejarlo solo, ya que esto prepara al lector para la lectio a la vez que le da al lector autonomía, confianza, poder. Entrará al texto y el maestro estará atento a lo que pasa, preguntándose cómo entrar al texto, de qué manera se previó si es correcta la ocasión, qué herramientas  y destrezas juegan en él, qué tradiciones y reglas sigue.
13.               POÉTICAS E INTERVENCIÓN 1: SACUDIENDO LA PEREZA: Por otra parte como dice Michel de Cateau, los lectores no son tontos, incluso aquellos que no son tan avezados tienen sus propias estrategias para enfrentarse al enigma del texto; quizás no lleguen a una interpretación preestablecida pero siempre harán su lectio y seguramente con más estrategias y más claves y leyendo varias veces más ese mismo texto, llegará a construir, a encontrar otros sentidos; pero aún así, en este momento específico, en esta ocasión el que lee tiene sus propios lectios o modos de aproximación: el lector hace su esfuerzo con los muchos o pocos recursos que posee y así se va apropiando del mundo. Sin embargo puede pasar que el lector perezoso que aprendió a jugar un juego, sólo tienda a repetirlo, si es así, dejará de leer. Sólo leerá un género y rechazará los otros, o leerá sólo cuentos de terror o sólo mirará telenovelas, por ejemplo. Conoce las reglas y no las enfrentará, está cómodo así y no quiere sentirse inquieto por el enigma, no quiere sorprenderse, no quiere asustarse, porque en ese papel no corre riesgos, está cómodo. Es en este momento cuando el maestro o el bibliotecario deben intervenir, deben sacudir la pereza, despertarlos del letargo, acercarlos al enigma, exponerles la sorpresa, ponerlos incómodos. (LEER EJEMPLOS DE INTERVENCIONES).
14.               POÉTICAS E INTERVENCIONES 2: TEJIENDO LA TRAMA: Por otra parte, el maestro tiene otro papel fundamental que desempeñar: ayudar a los lectores a ingresar al gran tapiz para entretejer en él sus lecturas, incentivarlos a apropiarse de la historia, de los significados, etc. Para ello, no hay recetas pero sí algunos movimientos: de una historia hacia otras, un dibujo que se extiende, un texto hacia otros. De acuerdo con lo que se lee habrá muchos y variados mundos para sorprenderlos, apuntar a una película conocida, a una imagen, como si fuera un collar que se va formando con distintas perlas y una vez colocada una, da lugar a la otra, y todas juntas conforman el collar. También dejando en suspenso cosas que despierten la expectación en el lector. Todo esto no es para simplificarle su tarea, sino para hacerla más compleja. Lo importante en realidad es encender el motor de la sorpresa, del entusiasmo, de la búsqueda por ponerse al margen.  
15.                  POÉTICAS E INTERVENCIONES 3: HINCÁNDOLE EL DIENTE AL TEXTO: EXPERIENCIA ÁULICA: (PROPONGO QUE LEAN EL CUENTO A LA DERIVA, DE HORACIO QUIROGA Y LES COMENTEN A SUS COMPAÑEROS EN UN BREVE RESUMEN CÓMO SE SECUENCIAN LOS HECHOS PARA PODER EXPLICAR ESTE PUNTO, AL QUE HACE REFERENCIA POÉTICAS E INTERVENCIONES 3, EN HOJA A PARTE VA EL CUENTO) Esto sucede en un séptimo año y es una buena forma de acercarse artesanalmente al texto, de ponerlo frente a él, ese darse cuenta de la elección que hizo quien puso esa palabra o esa frase, el autor, tiene sus consecuencias; sirve también para darse cuenta de que esa elección no significa lo mismo para todos, sino que despierta tantas lectios como chicos hay, aunque algunas sean coincidentes. Todo esto permite el cambio de equipaje de lectura de cara uno de los lectores, nuevas hipótesis, nuevas anticipaciones que aumentan la agilidad y destreza. La maestra interviene aquí: guía, acompaña, invita, escucha, da paso, permite que los lectores le den voz a su lectura, compartan sus lectios con otros. La maestra aporta su lectio pero no la impone, ni a enseña, porque entiende que lo que está haciendo es enseñar a leer; esto es construir significados personales en cada uno de sus alumnos, y por lo tanto una acción intransferible. No descalifica, no dice “no, no es así”, sino que da permiso a que las lecturas con las que ya vinieron y están incorporadas en ellos, salgan y se mezclen y todo esto, esta actitud de ella produce curiosidad, interés y aliento. Ante este panorama, el maestro podrá cuando le parezca útil, introducir algunos conceptos. Pero únicamente cuando la figura necesaria para ello aparezca y recordando que no se trata de categorías absolutas, si no que cada texto inventa su retórica y cada lector crea sus propias formas de búsqueda. El papel del maestro entonces será abrir las cabezas de sus alumnos a la perplejidad y al cuestionamiento.
16.               ESCENAS DE LA LECTURA: Esto que hemos explicado antes, ha constituido una sociedad de lectura que comparte un texto. El lector gana independencia cuando tiene el texto delante de los ojos, porque puede incorporar las cosas que no vio antes, o se puede demorar en una imagen, se distrae, se anticipa. Pero con el texto leído en voz alta, que tiene un cuerpo, es probable que transite por más  complejidad que en la que se anime a abordar cuando está solo frente a la letra. En el lector con el texto frente a sí, interviene más íntimamente, en cambio en voz alta se hacen voz los comentarios, las preguntas, el titubeo, la interrupción. O sea, lectores muy capaces que dejan su marca, subrayan una palabra que no las dicen y los otros que hablan, opinan, comentan, intervienen. En la escuela, ambas escenas son válidas, siempre y cuando se reconozca que en cada uno de ellos hay un constructor de sentidos. Se hace hincapié en la lectura en voz alta, porque está abandonada últimamente. Se puede elegir algo contundente y breve para leer. Es posible que se pasen de lado las puntuaciones o se tranquen con una palabra larga, pero hay que tener paciencia e interesarse, esperar, darle lugar a que la relean para pronunciarla bien. Estos lectores de voz viva, se hacen más duchos al oírse en menos tiempo y esto de escucharse a sí mismos les da cierto protagonismo, los hace sentir el poder de ser lectores.
17.               NO ENTIENDEN LO QUE LEEN: ¿Qué es no entender? Probablemente en una etapa primera de alfabetización no se puedan reconocer los significados y sí las marcas, es decir las letras. Pero en general, lo que se quiere decir con estas sentencias es que no han construido sentidos o construyeron sentidos aberrantes. Aquí se establece un paredón, porque algo está cerrado y no hay forma de meterles algo en la cabeza. Aquí la actitud del maestro, nuevamente es esencial. El maestro ya sabe que tiene que promover el ponerse al margen y que la única manera de que estos chicos hagan su lectio es ponerse frente al texto, explorarlo, abrazarlo, tomar distancia, observarlo y para todo esto es crucial brindarles la ocasión, permitírselo, respetarlos, alentarlos, creerles y sobre todo brindarles confianza.
18.               POR QUÉ LA LITERATURA: Los textos literarios son los mejores para enseñar a leer, porque la literatura crea mundos y esto sirve para que el lector se entrene. Por un lado para sacarle el jugo a los lenguajes con arte y estilo, aquí encuentra un espacio más extendido que el cotidiano, donde las palabras y maneras especiales de decir las cosas, son elecciones significativas (ejemplo de hombre en vez de tipo, en el cuento A la deriva). Por otra parte, porque ofrecen múltiples entradas, extrañan y seducen al mismo tiempo, son acertijos, cajas de Pandora. La pregunta es cómo hace el maestro para elegir, cuáles son mejores que otros, mejor elaborados, con más arte y si hay un reglamento para guiarse y si tiene manera de llegar a ellos y si puede hacer valer su punto de vista de lector y su deseo de lectura. Es importante la pregunta de qué texto va a poner a consideración de su comunidad y más aún siendo conciente de que puede ser la ocasión en una escuela inmersa en una sociedad empobrecida y donde la cultura está venida a menos.
19.               UNA SOCIEDAD DE LECTURA: A pesar de esa sociedad empobrecida, algo sucedió en la escuela, en la permisión de la que se hablaba antes; se habrá contribuido a crear una sociedad de lectura. Al comienzo, puede haber desorden, parloteo, poca escucha, poca atención y poca participación. Sin embargo, esa comunidad va a mejorar cuando tenga una historia compartida, un pasado en común para compartir. prendieron a encontrar la punta del ovillo para desenmarañarlo, serán más aventureros, más amplios, amarán y odiarán a los textos. Habrán muchas preguntas, estrategias, destrezas, tenacidad puestas en juego. El lector busca al lector. La mejor sociedad de lectura es la que se forma en el aula, ya que se irá ampliando sin dudas como efecto disparador de la lectura, porque un texto lleva a otro, del aula a la biblioteca escolar, de la biblioteca escolar a la del barrio, de la del barrio a la municipal, a un grupo de teatro, a una revista literaria.
20.               LA HISTORIA SIN FIN: La historia del lector nunca termina o termina con su existencia. Toda la vida se estará aprendiendo a leer y siempre habrá algo para leer y puede haber otro maestro, guía que nos de espacio, tiempo, compañía y nos brinde confianza y protagonismo.

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21. CUENTO: A la deriva. Horacio Quiroga.
El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras. El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
—¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
—¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo—. ¡Dame caña!
—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú. El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
—¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también...
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves. . .
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
—Un jueves...
Y cesó de respirar.
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  1. INTERPRETACIÓN DE LAS IMÁGENES DEL CUADERNILLO LA GRAN OCASIÓN: LA ESCUELA COMO SOCIEDAD DE LECTURA:
a)                  TAPA: El lector que hace su propio lectio, se inserta en otros mundos y siempre recrea otros que lo hacen apropiarse del mundo y ser su amo.
b)                  CONTRATAPA: Una sociedad de lectura ideal se forma en el aula, que a su vez se amplía a otros ámbitos, a la biblioteca escolar, a la del barrio, a la de la municipalidad y a su vez, comparte sus apropiaciones con otros y esto lo enriquece, toda la vida se leerá.
c)                  PÁG. Nº 2: Desde que nace, incluso antes, el niño va construyendo sus universos de significaciones.
d)                  PÁG. Nº 3: “La lectura empieza siendo oral. En el lenguaje y con el lenguaje construimos nuestros primeros textos, dejamos nuestras primeras, deliberadas marcas. El lenguaje en sí es una suma de lecturas y escrituras. Cada lenguaje, cada variante de cada lenguaje contienen una historia, una lectura del mundo, una idea del tiempo…”.
e)                  PÁG. Nº 4 Y 5: El nuevo desafío: colocar al niño frente a la palabra escrita, entrar al mundo escrito, al registro de memoria de la sociedad. La escuela no puede desentenderse de que es la gran ocasión para enseñar a leer, no sólo con la posibilidad de adueñarse de la cifra, las letras, sino también con su lectio como parte del entreverse y tejero lo propio. El lector deberá ejercer su oficio de explorador frente a la letra escrita sin dejar de lado su viejo oficio de explorador del mundo.
f)                    PÁG. Nº 6 Y 7: Esta imagen nos muestra cómo el lector realiza su lectio, se pone en su papel de observador, se pone al margen, explora, se sorprende y asusta y en esa posición y actitud su universo de significaciones se mezclan con otros, se ramifica para crear otros sentidos.
g)                  PÁG. Nº 8 Y 9: La lectura no es un vacío que hay que rellenar, no es un suministro de algo que falta porque sí, de inculcar por la imposición, por la obligación, porque eso sólo produce autómatas.
h)                  PÁG. Nº 12 Y 13: Ídem pág. 6 y 7.
i)                    PÁG. Nº 14 Y 15: La actitud del maestro debe ser la de permitir que el lector se asombre, que explore, darle confianza, darle protagonismo para que éste pueda armar su mundo de sentidos y sobre todo, respetarlos, aun si no coincide con la versión oficial.
j)                    PÁG. Nº 18 Y 19: La elección que hace el maestro del texto es un privilegio y una oportunidad excelente para la lectio. Es el maestro, indiscutiblemente, el que está preparado y reúne todas las condiciones por ser un lector avezado y un vasto constructor de sentidos y el que puede establecer la conexión. Sabe que la imposición no sirve y que su función más acabada es abrir puertas para que el lector salga a jugar, que pueda hacer su lectio, estar confiado, creyendo en sí mismo como lector. Esta posición del maestro es una de las más importantes.
k)                  PÁG. Nº 21: Incluso los lectores poco avezados hacen su lectio, siempre tienen sus estrategias para vérselas con el texto.
l)                    PÁG. Nº 22: El maestro tiene el rol fundamental de ayudar a los lectores a ingresar al gran tapiz para entretejer en él sus lecturas. Alentarlos en la aventura de apropiarse de la historia, de viajar en ella, de los mundos de imaginación que él mismo pueda crear.
m)                PÁG. Nº 24 Y 25: La maestra aporta su lectio pero no la impone, ni a enseña, porque entiende que lo que está haciendo es enseñar a leer; esto es construir significados personales en cada uno de sus alumnos, y por lo tanto una acción intransferible. No descalifica, no dice “no, no es así”, sino que da permiso a que las lecturas con las que ya vinieron y están incorporadas en ellos, salgan y se mezclen y todo esto, esta actitud de ella produce curiosidad, interés y aliento. Ante este panorama, el maestro podrá cuando le parezca útil, introducir algunos conceptos. Pero únicamente cuando la figura necesaria para ello aparezca y recordando que no se trata de categorías absolutas, si no que cada texto inventa su retórica y cada lector crea sus propias formas de búsqueda. El papel del maestro entonces será abrir las cabezas de sus alumnos a la perplejidad y al cuestionamiento.
n)                  PÁG. Nº 26 Y 27: El lector gana independencia cuando tiene el texto delante de los ojos, porque puede incorporar las cosas que no vio antes, o se puede demorar en una imagen, se distrae, se anticipa.
o)                  PÁG. Nº 29: Ídem pág. 26 y 27.
p)                  PÁG. Nº 30 Y 31: El lector busca el lector, su apropiación del mundo se va ampliando, indefectiblemente, por el efecto disparador de la lectura, porque los textos llevan a otros textos, del aula a la biblioteca, de la biblioteca escolar a la del barrio, de la del barrio a la municipal, a un grupo de teatro, a una revista literaria.
q)                  PÁG. Nº 32 Y 33: Jamás se deja de ser lector, siempre se lee, es una historia que no termina jamás y siempre encontraremos otro maestro, guía que nos dé espacio, tiempo, compañía, confianza y nos deje leer.

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